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Sus enormes ojos negros impresionan. Están totalmente preparados para detectar movimientos sutiles en la oscuridad, lo que les permite cazar eficazmente en la penumbra nocturna de los bosques. Pero de momento solo los más mayores de los siete pollos de cárabo recogidos en Las Dunas están haciendo las prácticas de vuelo y caza en el voladero de este Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS).
Jaime Tejedor, técnico responsable del centro, explica que han ido llegando de forma progresiva a lo largo de los meses, procedentes de Miranda del Castañar, Alba de Tormes, Béjar y Morille; diversos puntos de la provincia de Salamanca con zonas frondosas de arbolado como castañares y robledales.
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Los dos primeros llegaron antes de la época habitual de cría. Lo común en esta especie es que el celo comience en diciembre y enero y que las primeras puestas se produzcan en febrero. Aproximadamente un mes después de la puesta del primer huevo nacen los pollos, es decir, en marzo. Pero ellos lo hicieron en enero.
También les llegó en diciembre un pollo volantón de lechuza que había nacido en noviembre. En este otro caso, el periodo más frecuente de cría es entre marzo y octubre.
Pero cuando tienen la tranquilidad de no sentir el acecho de depredadores y disponibilidad de alimento, ambas rapaces nocturnas son capaces de reproducirse en otros momentos, como comprueban cada vez que llega uno de estos pollos inesperados.
Las temperaturas suaves del invierno permiten que micromamíferos como ratones y topillos, sus alimentos predilectos, también se reproduzcan fácilmente. Y cárabos y lechuzas aprovechan la circunstancia para criar y, de paso, contribuyen al control biológico de estas especies, apunta el técnico.
«Los pollos de cárabo son capaces de comer hasta 6 ratones por día; lo normal son 4 o 5, más que los adultos, que comen tres», destaca Jaime, que explica que si en cada nido nacen 4 o 5 pollos, eso supone que cada noche devoran unos 20 o 30 ratones y tardan mes y medio en dejar el nido.
En el CRAS se ocupan de alimentar a estos voraces pollos y garantizar que crezcan sanos. Algunos son todavía bastante pequeños, con sus sedosos plumones claros. Otros ya presentan su plumaje pardo y moteado que les permite mimetizarse perfectamente con la corteza de los árboles, haciéndolos casi invisibles durante el día.
A medida que crezcan y adquieran las habilidades de vuelo y caza necesarias, los pollos irán siendo liberados en las mismas zonas en las que fueron encontrados: bosques frondosos en los que podrán seguir sus vidas con normalidad y seguir reproduciéndose.
Pero antes serán anillados para poder hacer seguimiento sobre ellos. Jaime recuerda que tuvieron un cárabo hace tiempo que llegó al CRAS a consecuencia de una fractura; allí lo curaron y después lo soltaron. Dos años después fue encontrado de nuevo, aunque esa vez, por desgracia, electrocutado.
La actividad nunca cesa en Las Dunas. Además de cuidar de los jóvenes cárabos, siempre tienen que atender nuevas llegadas, algunas con mejor o peor pronóstico. A pocos metros del voladero están atendiendo a una lechuza adulta con lesiones importantes. Pero no ha llegado la avalancha de pollos de la época de cría.
Como este año está lluvioso y las temperaturas todavía no son elevadas, esperan que se vayan escalonando las llegadas. El calor es un problema importante para los pollos. Pero hay otro factor que influye: «Cuando hace bueno sale más gente al campo y los encuentran», asegura Jaime, que lamenta que «muchas veces no ayuda», ya que desde la buena voluntad algunas personas que se encuentran un pollo deciden cogerlo y llevarlo, cuando en realidad no necesitaba ayuda y probablemente estaban sus padres cerca.
Las crías de casi todas las aves se desarrollan muy rápidamente. Algunas abandonan el nido con muy pocos días para evitar ser depredadas en él, a pesar de que todavía no saben volar con demasiada pericia. Para ellas es algo natural y sus entregados padres se siguen encargando de alimentarlos y los tienen localizados por sus particulares formas de pedir la ceba.
Eso significa que si el pollo está cubierto de plumas por completo, seguramente no sea huérfano, esté en perfectas condiciones de salud, con sus progenitores a poca distancia y sin necesidad de ser rescatado ni alejado de su entorno.
Por ello, el técnico insiste en que antes de coger cualquier pollo que nos encontremos hay que valorar si ya está bien emplumado, si se encuentra activo y si realmente se encuentra en peligro.
A veces, sobre todo en el entorno urbano, el peligro puede ser de atropello, electrocución, intoxicación o ataque de perros o gatos domésticos. Es probable que simplemente subiéndolo a un árbol cercano o alejándolo ligeramente del peligro no haga falta más.
Únicamente cuando consideremos, después de valorar todo lo anterior, que el pollo no puede valerse por sí mismo ni con ayuda de sus padres, o está herido o enfermo, lo adecuado es ponerse en contacto con los agentes medioambientales de la Junta o con el CRAS para informar de lo que sucede y que ellos detallen la forma de proceder. Además, no se debe dar agua ni alimentar nunca a un pollo. De eso se encargarán en el centro y hacerlo mal puede ocasionarles la muerte antes de llegar a adultos.
La naturaleza despliega estrategias sorprendentes para asegurar la supervivencia de sus jóvenes, adelantando incluso los tiempos de cría cuando el alimento abunda y a la vez nos da ejemplo de paciencia y el cuidado parental incondicional. Una dedicación y un esfuerzo por garantizar un futuro en libertad de cada ejemplar que también se respira en el Centro de Recuperación de Animales Silvestres de Las Dunas. Un lugar donde, con mimo y conocimiento, se están ocupando de numerosas aves, entre ellas los siete jóvenes cárabos.
En unos meses, todos estos reyes de la noche alzarán el vuelo para convertirse en la banda sonora viva de sus territorios originales. Su característico ulular, ese melancólico «hu-hu-hu-hú» tan propio de nuestros bosques y parques, resonará una vez más, evocando en quienes lo escuchen esa profunda sensación de misterio y conexión con la naturaleza salmantina que estremece y maravilla a partes iguales.
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